Los diez leprosos
“¿Acaso no quedaron limpios los diez? –preguntó Jesús–. ¿Dónde están los otros nueve? ¿No hubo ninguno que regresara a dar gloria a Dios, excepto este extranjero?”. Lucas 17:17, 18.
La historia de los diez leprosos nos habla de agradecimiento, de la inexistencia de barreras raciales para el amor de Dios y de reconocimiento. Pero si lees con atención, encontrarás algunos elementos más.
Desde pequeños, nos cuentan la historia del hombre leproso que volvió para agradecer a Jesús. Los dos elementos que más sobresalen en las lecciones que nos enseñan son, obviamente, la necesidad que tenemos de agradecer los favores recibidos y que, de los diez curados, solo uno regresó.
Siguiendo esa proporción, no es extraño entender por qué tantos favores que tú recibes, no los agradeces como corresponde. Estoy hablando de pequeños gestos que son del día a día y que por tan cotidianos y comunes, nos olvidamos de verlos como favores. Ropa limpia y planchada guardada en su lugar. Comida en la mesa. Toallas limpias en el baño. Detalles; pero hay alguien que podría recibir el “muchas gracias”, que generalmente no escucha.
El otro punto que nos hacen notar cuando nos cuentan la historia es la nacionalidad del exleproso agradecido. Era samaritano, no judío. Conociendo la distancia que separaba a los integrantes de los dos pueblos, es un elemento que parece sacado de una parábola de Cristo. Pero es una historia real: solo el samaritano regresó.
Cuando hablamos de reconocimiento, señalamos un camino de dos vías. Reconocer a Cristo como Sanador y Salvador, y reconocerme a mí mismo como leproso. Los dos son necesarios para que la restauración sea completa.
El último elemento que quiero pensar junto contigo es la capacidad que el samaritano tuvo para parar y dar la vuelta. Debe ser uno de los ejercicios más difíciles que nos toca practicar como seres humanos. Entender que estamos yendo en la dirección equivocada es aceptar que somos falibles, que nos equivocamos, que volvimos a errar.
Parar, pensar, reconocer la necesidad que yo tengo de dejar de correr y regresar a los pies de quien tiene la solución a mis problemas, es un gesto de profunda dependencia. Debe ser por eso que nos cuesta tanto.
Los otros nueve sanados estaban demasiado felices para regresar. Algunos están demasiado tristes para volver, otros demasiado ocupados y algunos demasiado apurados.
Regresa. Cristo te está esperando.
Tomado de: Lecturas devocionales para Jóvenes 2014
“365 Vidas”
Por: Milton Betancor
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